Finales de los
noventa, se festeja La Diada de Sant
Jordi en la capital catalana. Estoy paseando por el centro de Barcelona
entre rostros borrosos, desdibujados por mi memoria. Creo que en aquella época,
corría el miedo y la preocupación por un rumor de que se acercaba una rebelión
de las máquinas liderada por un villano bautizado como Efecto 2000. La verdad, que muchas veces me da por adentrarme en
las entrañas de mis pensamientos y admitir que, una locura transitoria seguida
de una destrucción de gran parte de las tecnologías, seguida por apagones generales, seguida por la histeria
social y, en consecuencia, edificios y centros comerciales envueltos en llamas
y el mercado del capital se quede en ruinas, es decir, el auténtico caos mundial,
habría supuesto un cambio para mejor en la educación, el comportamiento y las
costumbres de las siguientes y nuevas generaciones de adolescentes mutantes. Pero
no vamos a desviarnos de la temática del relato que de este tema ya lo reflexionaremos,
si queréis, juntos, otro día.